Este 7 de abril, al igual que todos los años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos propone una consigna. En esta oportunidad nos invita a “Construir un mundo más justo y saludable”.
La salud está íntimamente ligada al ambiente y su vínculo con aspectos sociales e individuales. Ya no podemos pensarla como algo estático y limitada a factores biológicos (que, aunque son importantes, no son los únicos); la salud es en realidad un proceso dinámico sumamente complejo y multifactorial.
En nuestra salud se expresan también consecuencias de las actividades económicas desarrolladas por los seres humanos. Aquellas que afectan negativamente a nuestro entorno, también afectarán a los individuos y a la sociedad en su conjunto, hecho que se hará más evidente en situaciones de inequidad. La consigna de este año es clave: no podemos pensar en salud sin justicia e igualdad entre las personas. Por esto, para apostar a poblaciones más saludables necesitamos de un mundo más equitativo, donde tener los mismos derechos sea la norma y no la excepción y donde podamos vivir en armonía con el ambiente.
El gran desafío de este siglo será disminuir el impacto socioambiental de las actividades humanas que, muchas veces, suelen beneficiar a algunos pocos y generar consecuencias sobre la salud de las poblaciones. Para acceder a información sobre este tema, recomendamos el Poster Cuerpo-territorio confeccionado por Iconoclasistas y la Fundación Rosa de Luxemburgo entre otros. En ese trabajo se describen los vínculos que existen entre la explotación de los territorios y sus recursos naturales y el modo en que esto impacta sobre nuestros propios cuerpos.
¿Será posible la actividad agrícola sin contaminación, monopolios o pérdida de la biodiversidad? ¿La soberanía alimentaria es una utopía? ¿Se puede pensar un futuro cercano en el que no dependemos de los hidrocarburos y se utilicen fuentes de energía limpias a mayor escala? ¿Acaso se mide el impacto ambiental de los negocios asociados a salmoneras o a feedlots? Estos son sólo algunos ejemplos de interrogantes que nos hacemos, de preguntas que ponemos sobre la mesa para reflexionar críticamente sobre cómo esas actividades (entre muchas otras) impactan sobre las comunidades.
Se puede construir un mundo más justo y saludable, como propone la OMS, pero para eso debemos cambiar el sistema en el que está inmerso. Pensarnos como seres vivos implica reflexionar sobre la forma en que concebimos a la naturaleza, ya sea desde una mirada consumista y extractivista o, en cambio, desde una postura sustentable que permita el desarrollo local sin poner en riesgo a la salud de esta generación ni de las futuras.
Andrea Truffa
Prof. de Biología
Comunicadora ambiental