Cada 4 de Octubre, desde 1929, se conmemora el Día Mundial de los Animales. Esta fecha fue designada por la Organización Mundial de Protección Animal durante un congreso llevado a cabo en la ciudad de Viena. El objetivo de instaurar este día fue aportar una solución al problema de la extinción de las especies.
Asimismo, esta fecha se vincula con la figura de San Francisco de Asís, declarado patrono de los animales por el Papa Juan Pablo II en el año 1980.
San Francisco nació en Italia durante el año 1182 y fue un hombre sumamente revolucionario para la época en la que vivió. Su forma de vincularse con los animales y, más aún, el legado de su pensamiento en relación a ellos y a la naturaleza, tienen hoy más vigencia que nunca.
El problema de la extinción animal abarca larga data en la historia del planeta. Si bien las causas están relacionadas a cambios climáticos como inundaciones, sequias o vulcanismo, en los últimos años, fueron aquellas actividades humanas que van en detrimento de la vida animal y de los ecosistemas las que promovieron la extinción de muchas especies. Solo a modo de mención y para reflexionar, algunas de las acciones que contribuyen a la desaparición de animales no humanos son: la destrucción de hábitats naturales por causas como la deforestación, la contaminación o la utilización de pesticidas y herbicidas; la caza y el tráfico ilegal; la introducción de especies invasoras, entre otras.
El 15 de octubre de 1978 se proclamó la Declaración Universal de Derechos del Animal, aprobada por la Organización de las Naciones Unidas. Desde aquí se establece que todo animal posee derechos y manifiesta que desconocer y despreciar ese reconocimiento ha conducido y sigue conduciendo al hombre a arremeter contra la vida animal y la naturaleza.
Es indispensable promover el respeto hacia la fauna, no interferir en sus hábitats, reconocer plenamente sus derechos como seres sintientes y la importancia que tienen siendo parte de los ecosistemas. Este día no solo debe ayudar a conocer las causas de la extinción de las especies sino que además debe concientizar sobre las consecuencias nocivas que este hecho trae aparejado.
El ser humano tiene que abandonar su mirada antropocéntrica y coexistir con la especie animal comprendiendo que todos formamos parte del ciclo de la vida y que, el abuso, la crueldad, la explotación y la extinción de cualquier especie atenta contra el equilibrio de la naturaleza y, en consecuencia, de la vida.
Albert Schweitzer, premio Nobel de la Paz 1952: «Cualquiera que esté acostumbrado a menospreciar la vida de cualquier ser viviente, está en peligro de menospreciar también la vida humana”.
Micaela Belén Mercado – Estudiante de Periodismo