El 24 de octubre fue instituido por la ONU como el Día Internacional contra el Cambio Climático, con el objetivo de concientizar a la población sobre los efectos de la crisis climática, así como tomar medidas que contribuyan con la disminución del impacto de las actividades humanas que intensifican los aumentos de temperatura, sequías e inundaciones, aumento de nivel del mar y la consecuente alteración de ecosistemas y acidificación de océanos.
Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), existe un 47% de probabilidades de que la temperatura mundial durante el período 2024-2028, supere en 1,5ºC la de la era preindustrial, frente al 32% del informe del año pasado para el período de 2023 a 2027. Los líderes mundiales se comprometieron el en Acuerdo de París (tratado jurídicamente vinculante que cubre todos los aspectos del cambio climático, tanto la mitigación como la adaptación y medios de implementación) a mantener la temperatura media mundial por debajo de los 2ºC ya que por encima de esa cifra, se agravarían aún más los efectos del cambio climático. En este mismo acuerdo, se comprometieron a continuar los esfuerzos para limitar el aumento a 1,5ºC.
El Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) lo define como cualquier cambio en el clima debido a la variabilidad natural o como resultado de las actividades humanas. Los procesos tales como la variación de los parámetros orbitales de la Tierra, los movimientos de la corteza terrestre y la actividad volcánica son factores que tienen importancia.
El cambio de nuestro planeta depende de un sistema en el cual, elementos como la atmósfera y los océanos interactúan a través de ciclos y procesos que regulan la temperatura y humedad. Sin embargo, debido a la actividad humana, este equilibro se encuentra alterado, aumentando la concentración de gases del efecto invernadero. Este fenómeno, además de alterar los patrones climáticos, impacta en la biodiversidad y ecosistemas, aumentando el riesgo de vida de la población.
Es fundamental que todos los países asuman su responsabilidad promoviendo las acciones necesarias incluyendo la transición a energías renovables, la movilidad sostenible, la reforestación y la agroecología. La educación ambiental juega un papel crucial para fomentar el cambio de comportamiento en la población.
Por otro lado, es importante la responsabilidad de políticas efectivas y regulaciones que puedan conducir a la sociedad hacia un futuro más sostenible, invirtiendo en infraestructura ecológica e incentivos para reducir las emisiones. Los acuerdos internacionales, como el Acuerdo de París, son vitales para coordinar esfuerzos a nivel global. Las empresas también deben incorporar la sostenibilidad, reportando sus impactos ambientales y comprometiéndose a prácticas más responsables con el ambiente. El diálogo y colaboración entre distintos sectores de la sociedad, será crucial para impulsar el cambio necesario y proteger nuestro planeta para las generaciones futuras.
Por Milena Moyano – Licenciada en Ciencias Ambientales