En el año 2009, tras una proclama de la Asamblea General de las Naciones Unidas, se eligió el 22 de abril como Día Internacional de la Madre Tierra. Esta fecha surge con la intención de visibilizar y tomar conciencia acerca de nuestro presente (y futuro próximo), donde se observan terribles consecuencias del accionar humano, tanto sociales como ambientales.
Desde hace 15 años los Estados miembros de la ONU, entre ellos Argentina, reconocen oficialmente los derechos de la naturaleza en nuestro planeta y la necesidad de preservarla. En ese sentido, es imprescindible comprender la interconexión entre la salud de los ecosistemas y de todas las especies, tanto para modificar nuestras propias conductas como para apoyar aquellas políticas públicas que regulen y aseguren una mejor calidad de vida para la población.
Sin perder de vista que existen responsabilidades comunes pero diferenciadas, donde hay una asimetría entre ciudadanos y funcionarios, entre pequeñas cooperativas y multinacionales, o entre países en vías de desarrollo y grandes potencias; es necesario comprender que toda acción suma y que aún, a pesar del panorama muchas veces desalentador, nada está perdido.
Tenemos muchos caminos y podemos elegir el nuestro, sumarnos a una causa, creer en ella, interiorizarnos y compartir nuestros saberes, así como valorar los conocimientos legendarios de quienes nos preceden. Estamos llamados al activismo, a participar y a impulsar proyectos con responsabilidad social ambiental, incluso localmente en nuestro barrio, escuela o lugar de trabajo.
Es necesario asumir que este mundo no nos pertenece, sino que somos uno con él; que toda crisis ambiental es también una crisis social y que tenemos obligaciones al desarrollar nuestras profesiones, al vivir en nuestra cotidianeidad, al educar a las nuevas generaciones, al votar, al construir o modificar el ambiente en el vivimos.
La Tierra nos llama, nos cobija y nos da vida. Tenemos muchas cosas por aprender, siempre con la certeza que no tendremos otro planeta donde vivir si este colapsa. Estamos llamados a cambiar nuestra mirada consumista y explotadora por otra más empática y reflexiva, pero también activa y participativa. La acción consciente y en comunidad parece ser el camino.