Agua potable en Argentina, ¿podremos tener aquí un nuevo Montevideo?
Nancy Lago
Consultora ambiental, docente universitaria y asesora en proyectos especiales de la Fundación Espacios Verdes. Es autora del libro “Basurascopio. Una exploración al mundo de la basura”.
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Este año fue motivo de alerta la situación de Montevideo cuando la provisión de agua potable se vio amenazada, como consecuencia de los efectos de la sequía que asoló a la región en los últimos meses y las falencias crónicas en la infraestructura de abastecimiento. Una circunstancia como esta, en un país tan cercano, nos hace pensar si eventos similares podrían replicarse en Argentina.
En términos generales, Argentina es un país que tiene una buena accesibilidad al agua dulce. Según la FAO, la disponibilidad anual de agua dulce es de casi 6500 metros cúbicos por persona. Sin embargo, cuando analizamos la problemática de forma regional, vemos que casi un tercio de la superficie de nuestro país corresponde a tierras áridas o semiáridas. A su vez, se proyecta que en la región centro las sequías sean más prolongadas. Y estas sequías no sólo tienen consecuencias en la producción de alimentos o en el mayor riesgo de incendios forestales, sino que también afectan a las fuentes de agua que abastecen a las redes de agua potable. Cada vez son más frecuentes los casos de ciudades en las que se insta a la población a hacer un uso más restringido del agua o que, directamente, se procede a realizar cortes temporales del suministro, como ha sucedido con las ciudades de Carlos Paz (Córdoba) o Chamical (La Rioja).
El estado de mantenimiento de las redes de abastecimiento de agua potable también es un tema para considerar. Un caso testigo es el del Área Metropolitana de Buenos Aires, donde el 43,8% del agua que se potabiliza se pierde en la red de transporte y distribución, mayoritariamente debido a la presencia de roturas.
No solo es la cantidad, sino también la calidad
Otro aspecto que se suma a la caracterización anterior es la disminución general de la calidad de este recurso: cuerpos de agua cada vez más contaminados ejercen una mayor presión sobre los sistemas de potabilización. Y una de las principales fuentes de contaminación está constituida por efluentes cloacales.
Según los datos del último censo nacional, el porcentaje de viviendas que cuenta con desagüe del inodoro del baño a red pública es de un 62,6%. Las condiciones más desfavorables se presentan en la provincia de Santiago del Estero (con una cobertura del 28,7%) y Misiones (26,6%). Sin embargo, contar con red cloacal no asegura el tratamiento de los efluentes. A nivel nacional, solo se trata aproximadamente un 11% de las aguas residuales, lo que implica que la mayoría de los efluentes cloacales se arroja en crudo a los diferentes cuerpos de agua.
Un ejemplo de ello es la ciudad de Rosario, cuyos efluentes cloacales son recolectados en un emisario que los inyecta en crudo en el río Paraná, a la espera de que el alto caudal del río pueda proceder a la depuración. Esta capacidad de autodepuración se ha puesto en duda en los últimos años, con denuncias por elevados niveles de Escherichia coli, bacteria vinculada con la presencia de materia fecal.
En el mismo sentido, otra de las consecuencias que se ha manifestado en los últimos años cada vez con mayor frecuencia, es el florecimiento de cianobacterias en cuerpos de agua dulce, muchas veces, debido a un aumento en los nutrientes a través de desechos. Esta situación afecta la calidad de ríos, lagos y lagunas y llevan a impedir actividades en contacto con el agua, dado que las cianobacterias generan toxinas que pueden atacar piel, mucosas, hígado y riñón. El agua de bebida también podría verse afectada dado que la presencia de niveles elevados de cianobacterias requiere de procesos más complejos en las plantas de potabilización.
Volviendo a la pregunta inicial, se podría pensar que circunstancias como las de Montevideo se repliquen en varias ciudades de nuestro país en los próximos años. La implementación de medidas estructurales y no estructurales debería ser una prioridad en las políticas de estado. Queda en manos de la ciudadanía la concientización sobre la situación de disponibilidad y calidad del agua, la demanda a las autoridades en la priorización de esta problemática y la participación activa en la búsqueda de soluciones colectivas.
Foto 2: Foto de Alexandre Lecocq en Unsplash