Cada 3 de Julio se conmemora el Día Internacional libre de bolsas de plástico con la intención de visibilizar y concientizar acerca del impacto nocivo que trae aparejado el consumo y la permanencia de este tipo de plásticos en el planeta.
Se calcula que cada persona utiliza alrededor de 230 bolsas de plástico al año, lo que representa más de 500 billones en el mundo. Su uso promedio es de apenas 12 minutos, sin embargo, una vez que la bolsa se convierte en residuo puede tardar más de 500 años en degradarse, comprometiendo a ecosistemas enteros.
Por otra parte, se estima que un 4% de la producción mundial de gas y petróleo es utilizada para abastecer a la industria del plástico y un 3% extra para proveer de energía a la cadena productiva. Por lo cual se vuelve necesario reconsiderar el impacto ambiental que conlleva producir este tipo de bolsas, teniendo en cuenta el consumo de recursos no renovables, su corto ciclo de utilidad y el tiempo que tardan en “desaparecer” del planeta.
La contaminación por plástico se ha convertido en una amenaza global. El ecosistema acuático recibe cada año 11 millones de toneladas de este tipo de residuos.Los océanos desempeñan un rol muy importante en el planeta, regulan el clima y proporcionan la mayor parte del oxígeno que respiramos. Además, son la base de algunos sectores económicos y albergan una gran diversidad de organismos vivos. Por este motivo, durante el año 2017, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) lanzó la campaña Mares Limpios con el objetivo de reducir el consumo de plásticos innecesarios y evitables, incluyendo también los microplásticos que se desprenden en el proceso de degradación.
En Julio de 2018, el PNUMA destaca que 127 países han promulgado algún tipo de legislación nacional para abordar los problemas que acarrean las bolsas de plástico. En Argentina distintas provincias y municipios implementaron medidas de prohibición en la entrega de bolsas de este tipo. De esta forma, se busca trabajar en la concientización ambiental de los ciudadanos mediante el diseño y la implementación de políticas públicas de prevención, minimización, recuperación y reciclado de los residuos sólidos. Y, en términos de consumo y producción, se estimula la adopción de nuevos hábitos que impliquen más responsabilidad con el ambiente.
La acción conjunta y cotidiana se vuelve imprescindible para contrarrestar y acabar con los efectos dañinos que las bolsas plásticas y, otros residuos de este mismo material, representan para el planeta. Un simple cambio de hábito como utilizar bolsas de tela o de otro material reutilizable, llevar carrito de compras o, elegir la opción a granel para evitar el exceso de envasado, aportan nuestro granito de arena en este desafío ambiental por reducir y eliminar el consumo de plásticos de un solo uso.
Micaela Belén Mercado
Estudiante de Periodismo (Universidad Nacional de Avellaneda)