
La Pachamama, o Madre Tierra, es reconocida y honrada en América del Sur en una celebración tradicional durante el invierno. El mes de agosto es clave en estas ceremonias, coincidiendo con la temporada de lluvias, vientos y las cosechas. Precisamente el 1° día de ese mes se ha popularizado como el Día de la Pachamama.
Los pueblos con influencia de la cosmovisión andina realizan este ritual ancestral que incluye ofrendas con comida, bebida, sahumerios, hierbas y, por supuesto, se toma caña con ruda para “ahuyentar” diversos males. En estos festejos se fortalece el vínculo con la naturaleza (de la que somos parte), se agradece por los dones recibidos y se pide por las futuras cosechas y los rebaños. Se busca entrar en contacto, en cuerpo y alma, con el espíritu de la Tierra, el mismo que protege, provee y abraza con sus frutos.
En una simplificación injusta de estas tradiciones, muchas veces replicamos esos simbolismos vaciándolos de contenido. Brindamos por la “Pacha” con la bebida espirituosa, hablamos de lo maravilloso e importante que es cuidar el ambiente, pero… ¿Lo hacemos realmente?
Los pueblos originarios de América han mostrado una concepción del mundo y de la vida muy diferente a la cultura hegemónica. Mientras los primeros se piensan a sí mismos como seres vivientes que forman parte de este mundo (el único que tenemos), los segundos viven como una especie que busca dominar la naturaleza y la ve con fines únicamente utilitarios.
¿Se puede vivir de forma respetuosa con la naturaleza en un sistema económico caracterizado por el individualismo, el consumismo, el extractivismo y la desigualdad? La visión de desarrollo contemporánea que tienen los países en el siglo XXI excluye la mirada ambiental. Es válido entonces preguntarnos para qué (o para quienes) es ese desarrollo.
En la coyuntura social y política siempre parecería que lo ambiental está en un segundo plano y que existen otras “urgencias”. Pero acaso la alimentación, la soberanía, la pobreza, la crisis habitacional, la salud, la pandemia que nos azota hace más de un año ¿no están íntimamente vinculadas con el ambiente? La historia nos ha demostrado que los conflictos sociales y ambientales van inevitablemente de la mano.
Este 1° de agosto no alcanza con tomar caña con ruda para agradecer a la Pachamama en un ritual que nos sea lejano. Si el sistema no cambia sólo nos estaremos aferrando a simbolismos. Necesitamos que cada una de nuestras acciones reflejen ideologías honestas y sinceras. Hay que cambiar el paradigma en el cual vivimos. Pensar globalmente y actuar localmente… sólo así podremos hacer nuevas preguntas y caminar por nuevos senderos.
Valoremos nuestras tradiciones, conservemos la historia que escribieron nuestros ancestros, pero sin olvidar que esos rituales acompañan una cosmovisión respetuosa con la Madre Tierra a la que se debe honrar todos los días (y no sólo una vez al año).
Andrea Truffa
Prof. de Biología y Comunicadora Ambiental